De Héroes y Sicarios

Una nueva historia.


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El sudor recorre mi cara; el calor es insoportable, el sol quema mi piel desnuda y
siento como mi boca está más que seca y mis pies son como plomo en la arena,
cada paso que doy es más pesado que el anterior; mi cuerpo me dice que no
duraré. Y caigo.
Siento el sabor de la arena mezclado con sangre, duele. Me recuesto sobre mi
espalda y puedo ver el sol del mediodía cegando mis ojos, se que si permanezco
aquí mi cuerpo no durara. De la arena salen alimañas; me tengo que mover, pero
mi cuerpo no responde, es como si se hubiera dado por vencido; tal vez es el
momento de que pague por mis errores.
Las criaturas suben por mi cuerpo, y una pica mi brazo, no siento el piquete pero
se que lo hizo, el interior de mi brazo se siente frió; casi es un alivio.
El veneno recorre mi cuerpo y comienzo a alucinar. Veo los últimos días de mi
vida, recuerdo como me enliste en un grupo de mercenarios por necesidad, matar
es mejor que morir de hambre, al menos eso pensaba; una gran variedad de
trabajos, asaltos, asesinatos y lo peor, secuestros.
Años en este medio me endurecieron, o eso había creído. Mi último trabajo había
sido un golpe sencillo, atacar una camioneta y sacar el objetivo. Un secuestro
simple; normalmente atacamos y secuestramos a un hombre rico y lo liquidamos
de cualquier forma al terminar el trabajo. Esta vez fue diferente. Atacamos a la
camioneta negra, nos deshicimos del chófer y mis compañeros plagiaron al
objetivo y salimos del lugar con eficiencia y rapidez; por costumbre una bolsa en la
cabeza le colocamos para que no reconozca hacia dónde va ni a sus captores, y
para confundirlo lo golpeamos y a veces se queda inconsciente. En el auto,
sentado en el asiento de adelante, no acostumbro ver al objetivo, pero la falta de
golpes y quejidos en esta ocasión suplantados por sollozos, llamo mi curiosidad, y
vi como siempre a una figura con una bolsa en la cabeza, con un hombre armado
a cada lado, la diferencia en esta ocasión es que la bolsa llegaba a cubrir la mitad
de su pecho, manos pequeñas y piernas cortas, en sí, todo su cuerpo era pequeño, una niña con uniforme azul de primaria rica sentada entre los dos altos
hombres morenos e intimidantes. En cada sollozo de la niña podía sentir su terror.
Como era el procedimiento, la llevamos a nuestra “base” temporal, y llamamos al
padre de la niña, esperamos y negociamos su liberación, pero sabía que tal
liberación era una farsa; me toco cuidarla, ella temerosa y yo no podía verla a los
ojos, pero eventualmente ella se armo de más coraje que yo y me comenzó a
dirigir la palabra, primero temerosa, pedía comida o agua, y se la proporcionaba;
siguió y me preguntaba más cosas, mi nombre, porque hacían esto, cuál era mi
color favorito. Sus preguntas no terminaban y eventualmente respondía más y
más; nos acercábamos.
Su padre accedió a pagar el rescate, y fue cuando supe que nuestro tiempo se
había terminado. El jefe me encomendó terminar el encargo, sabía que
significaba; subimos a un auto y partimos rumbo al desierto. Nos detuvimos a un
lado de la carretera y me entregaron el arma y vi a la pequeña a los ojos. Dispare.
Todo quedo en silencio por unos segundos. La niña estaba inmóvil, y mi
compañero yacía en la arena aplicando presión a una herida en su propia pierna.
Continúo disparando y le digo a la niña que corra hacia la carretera, pero pronto
me encuentro peleando a mano limpia contra el resto de mis compañeros y
termino siendo subyugado en pocos minutos.
Me golpearon, desnudaron, subieron a la camioneta y me aventaron en medio del
desierto, y pude escuchar como decían que no importaba, la niña no podría llegar
lejos, la alcanzarían en la camioneta.
Aquí termina mi alucinación, el recuento de mi vida, mi vista se nubla, y puedo
escuchar una camioneta acercarse, gente baja, ¿acaso vinieron a terminar mi
sufrimiento?, me toman de los brazos y me suben a la camioneta. Escucho una
voz que me dice, gracias.

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Esta la escribí hace aproximadamente un año, espero les haya gustado.