"Café Irlandés" o "Una historia sobre anécdotas"

A todos nos gusta contar anécdotas, esas historias llenas de orgullo y vergüenza, de triunfos y fracasos épicos, de momentos que no podemos olvidar a menos de que nuestros genes lo predispongan. Pero, una anécdota no nace sola, nace de dos cosas, ese momento único en nuestra vida, ese momento que nunca nos había pasado y que tal vez no vuelva a pasar, y si vuelve a suceder, nunca sera como esa primera vez; segundo, nace de la voz, ese momento en el que todos somos autores y actores a la vez, que con nuestros manerismos intentamos ganarnos la atención del grupo que nos rodea, nuestro público cercano e intimo con el cual compartimos lo mejor y lo peor, esa voz necesita nuestra habilidad, pero no es nuestra voz, es la voz del momento pidiendo ser contado, queriendo llegar a ser un "momento" parte mas grande de una historia que sera contada hasta que quede grabada nuestra hazaña en el consciente de los demás. Así nace una anécdota…Y queriendo acercarme a tí, te escribo y te comparto esto que me sucedió, algo sincero, algo inflado, algo chistoso y algo que me enseño algo mas de mi mismo, y que tal vez te enseñe algo de ti, gracias por escuchar la voz de mi momento. Eso si, advertido quedas, las anécdotas son independientes del momento en que se vivió, por lo tanto son tan reales como un unicornio con cinco patas, viven mas allá de la verdad, una ficción que solo existe en el momento en el tiempo en el que las personas involucradas lo pueden recordar, de la forma en la que su entendimiento lo alcance a comprender.

En ese entonces; el tiempo en el que sucedió carece de importancia, yo me encontraba en aquel lugar del cual vagamente podrás tener una recolección, pero nos situaremos en un lugar en el que te sientas cómodo para compartir esta memoria, un bar, así es, uno como cualquiera, con bancos, sillas, tragos coquetos como dirían unas primas, la oscuridad a la que los amantes, los locos, los borrachos y los tristes podemos escapar,

Cerveza en mano, en mis labios aún podía saborear el beso de su despedida. Me encontraba en la barra junto al escenario al que una banda diferente regresaba cada noche. Las notas me pasaban por un costado sin llegar a tocar mi corazón, algo mas fuerte pedía mi alma en aquel rincón, sin embargo la conciencia pesaba bajo la amenaza de una infracción al manejar de regreso a casa con la música del estéreo a todo volumen tratando de acallar el grito de un afligido y melancólico corazón. Como decía aquella canción que bien podrían haber estado tocando en aquel momento, si bien no en el escenario, en alguna rocola, en algún estéreo, en algún otro bar, "de pronto se me acerca un caballero", semblante amable y comprensivo, me invita una copa que me veo obligado a rechazar, su carismática insistencia es imposible de evitar, una de "whiskey me dice, para mi nuevo amigo, hoy es día digno de celebrar".

Una anécdota dentro de una anécdota no es extraña por si misma, lo simpático de estas situaciones es como las cosas suelen embonar en ciertos momentos para ciertas historias, como un alma solitaria en sus pesares encuentra un alma dispuesta a compartir sus alegrías.

Su anécdota me permite hacer una comparativa de la mía, en ella, su amante acepta su proposición, mientras me encuentro en esta situación por no aceptar las condiciones que ella ponía a nuestra relación.

Lo felicito y me dispongo a retirarme, caminando puesto que estoy seguro la cantidad de alcohol en mi sangre es mayor a la que dispone la ley y la sociedad para poder conducir.

El caballero insiste en una copa más, dispuesto a seguir contándome mas de sus dichas y su susodicha. La empata en mi me ancla al asiento, o tal vez es la necesidad de ponerme "high" con la felicidad comparativa de otro hombre.

Acto seguido aquel hombre, que con el alcohol se me hace extrañamente familiar pide una bebida para, como diría mi padre, ambos dos, un cocktail de memorías que curiosamente ambos podemos recordar, una memoría añeja para el, una trago muy fresco para mí.

Sus palabras resuenan en mi memoría, el trago que nos ordeno me permite saborear el olvido mientras hagó una recolección de la noche anterior en las palabras de aquel hombre.

Su semblante dichoso ilumina mi lugubre noche. El recuento de su vida, de aquel momento en que la conoció, en la pista de un bar, invitandole un trago a ella solo para ser vilmente rechazado, ella se pierde en la pista alejandose solo para reaparecer detrás de el con un trago diferente invitandoselo a él.

Las historías de las personas despiertan memorías de momentos similares en nosotros, y podemos cuestionarnos el que hubieramos hecho diferente en la propía, o si fueramos la persona, como lo hubieramos hecho nosotros en la suya. En ese momento mi mente vago a una situación de días pasados intentando superar mi previa adicción a "su" presencia intente en repetidas ocaciones invitarle una bebida  a diferentes miembros del sexo opuesto e incluso uno que otro del mismo, solo para verme bateado cúal pelota de béisbol, solo una acepto pero rechazo mi propuesta inicial, "preferiría un café, solo no esta noche", me dejó con dos tragos preparados y su número en una servilleta en la entrada del bar y se perdió en las calles iluminadas con luz ámbar de la ciudad. Hasta ese momento había olvidado que tenía su número en algún lugar de mi cartera, o de un cajón de mi cuarto.

El alcohol me llegaba a la cabeza, el caballero se tenía que ir, mañana era el gran día y no podía llegar crudo a con aquella chica que tras varias tazas de café, memorias, momentos y anécdotas había aceptado pasar una aburrida vejez contando nuevas historias nacidas de la rutina y la aventura.  El caballero me dio un abrazo antes de despedirse, es atractivo y da un aire familiar que despierta la inquietud alcohólica de verme en la misma posición de aquel hombre.

Llegamos al final de la anécdota amigo mío, es momento de retirarme, te dejó mi muy estimado extraño, pero espero te hallas  encontrado compartiendo conmigo esta historia acompañado de una bebida, bien un café o tal vez algo mas fuerte…


Cierto, una disculpa, esto también suele pasar con las anécdotas, a veces al contarlas olvidas el punto de ellas, en ese momento en el que me ví reflejado en aquel caballero preguntándome si tendría un futuro feliz como él; aquel hombre extendió su mano y al tomarla me acerco para darme un amistoso abrazo de viejos amigos, despidiéndose y deseándome lo mejor me susurro al oído, "llámala, no pierdas su número". Y al igual que aquella chica me dejo con un trago a medias, dudas y un susto en el corazón, en la entrada de aquel bar, mientras el se perdía entre las luces ámbar de la ciudad.  Adieu.

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